sábado, 8 de enero de 2011

El pueblo olvidado por Dios - Parte 3 y algo más

Escribiendo desde: Casa Desconocida, Manzanillo, Colima.


Estoy muy pero muy desvelado y algo tomado. No puedo ver bien las teclas de la computadora, pero ni pedo. Hace tanto tiempo que no me divertía tanto en Manzanillo (exceptuando las veces que he salido con Sandra), y lo que más me sorprende es la persona con la que salí: Ángel. Tampoco sé si te has dado cuenta, pero mi ubicación actual es algo... inusual. No sé en donde estoy, pero estoy usando el cuerpo inconsciente de mi acosador favorito como escritorio, jaja. En un momento más te contaré de lo que sucedió hoy. Primero quiero comentarte de algo que ya tenía pendiente...

Sales de Colima y viajas por la carretera en dirección a Cuauhtémoc. En el tercer retorno das vuelta a la izquierda y tomas el camino que sube por las densas faldas del volcán de Colima. Pones tu CD favorito de La Oreja de Van Gogh (que, cabe mencionar, quemaste tú mismo) en el estéreo y afinas tu voz en modo de preparación para cantar las rolas que ya tienes grabadas con fuego en la mente, mientras disfrutas del hermoso paisaje rústico de los alrededores. Parece que siempre es primavera por estas zonas, aunque estemos en pleno invierno, los árboles todavía florecen y escuchas a los pájaros cantar en armonía. Claro, tampoco se te escapa una que otra ardilla juguetona, que por juguetona la terminaste atropellando accidentalmente, pero no hay pedo.
Te atreves a dormirte un rato, pues sabes que todavía hace falta un buen rato y como te sabes el recorrido de memoria ya sabes que no te vas a perder nada. Para cuando escuchas la melodía con la que inicia La Playa, tu canción favorita de todo el disco, abres los ojos. Sabes que están llegando a su destino. Miras a tu alrededor y notas cómo los árboles y los prados han desaparecido, y en su lugar se encuentran varias casas derrumbadas de concreto. Cierras los ojos, cuentas hasta cinco, y los vuelves a abrir. Ahí está el súper de Doña Pina, la hija de su chingada madre.
Mientras se termina tu canción preferida en la última tonada, ves que están pasando por el jardín del pueblo y que solo fatan dos cuadras para llegar a su destino. Sonríes cautelosamente, observas a tus compañeros, la mayoría de ellos dormidos, y apagas el estéreo. Quitas el disco y lo guardas en tu chamarra. Siempre es el mismo recorrido. Siempre es el mismo cuento. Y lo que siempre te lamentas es que nunca estás despierto para ver el letrero que lee: Bienvenidos a Montitlán, el pueblo olvidado por Dios.


Ya comenté los eventos que transcurrieron durante los viajes pasados a Montitlán aquí, por lo que ya toca contarte lo que pasó éste último viaje. Como te había comentado antes, me fui en chinga a Colima a la casa de Jet para que no me dejaran atrás. Llegué super temprano, a las 10:30 a.m. para descubrir que el cabrón de Jet seguía dormido. Mientras murmuraba "mugroso imbécil" para mis adentros, pasamos una media hora preparando hot cakes para desayunar y luego le marcamos a otro amigo para vernos en el Sam's para ver qué comprábamos.
Nos fuimos caminando al Sam's y nos llevamos dos sorpresas: Uno, el cabrón todavía no había llegado. Dos, ¡todavía no íbamos a comprar nada! Así es, solo íbamos a ver qué comprábamos. Y si comprábamos algo, lo tendríamos que pagar entre nosotros tres, pues los otros dos güeyes que iban a comprar las cosas con nosotros estaban en Guadalajara y no volverían hasta en la tarde. Estuvimos debatiendo un buen rato, y mientras discutíamos si prepararíamos carne asada o hamburguesas me comí un helado. (Que debo mencionar, al comérmelo primero parecía que le estaba haciendo un oral a un vato. Y luego, como el helado estaba hueco y le metía la lengua, mis amigos decían que parecía que le estuviese dando ahora un beso negro.) Finalmente nos decidimos por hamburguesas y yo terminé aportando un buen billete al asunto, ya que los dos güeyes no tenían suficiente dinero y los otros cabrones apenas estaban saliendo de Guadalajara. Luego me regresé con Jet a su casa y estuvimos esperando un par de horas más, platicando como putas sin clientela.
Luego Jet me dijo que ya no iba a ir a Montitlán, porque se agüitó porque estaba "peleado" con el tipo que iba a poner la casa. Después de media hora de discutir y diez minutos de mandarlo a chingar a su madre, decidió que sí iba a ir el muy cabrón. Luego nos pusimos de acuerdo por teléfono con los demás para ver con quién nos íbamos a ir y ahí se volvió a hacer el pedo, porque estaban hechos bolas increíblemente y al final creímos que ya no íbamos a ir por falta de organización. Unas llamadas más se resolvió el pedo y partimos a Montitlán.

(Favor de leer el pasaje de introducción en cursiva para no tener que contarles de la travesía.)

Cuando llegamos a Montitlán, resultó que llegamos antes que el dueño. Entonces estuvimos esperando una hora para que llegara. Una vez que lo vimos, nos llevamos otra sorpresa: no tenía las llaves del cancel. Al parecer, una señora del pueblo era la que las guardaba, y se había ido a Quesería a hacer no sé qué chingados. Estuvimos esperando otra hora para que llegara la señora de Quesería, y cuando nos entregó las llaves, resultó que estaban dobladas y mordisqueadas, como si las hubiera usado de juguete para entretener a sus perros guardianes. Tuvimos que llamar al cerrajero del pueblo que finalmente nos dijo que no era cerrajero y decidimos saltarnos al cancel. Afortunadamente, el dueño sí tenía las llaves de la casa, así que metimos todas las cosas arrojándolas sobre el cancel e hicimos nuestro pequeño convivio.
A ese punto estaba reverendamente encabronado, así que tomé en chinga y me puse rápido pedo igual: en chinga. Me fui a dormir prematuramente y me desperté a las ocho de la mañana del día siguiente, antes de que los demás despertaran. Estuve esperando cerca de tres horas para que los demás se avivaran y finalmente nos fuimos de ese endemoniado lugar. Ya no me gusta tanto Montitlán.

Ahora te voy a contar lo que pasó después de que llegué, lo que me llevó a ponerme a escribir a altas horas de la madrugada.
Pasé un poco de tranquilidad en Manzanillo, yendo ocasionalmente a la playa con una chava. No quiero escribir que es mi amiga, porque no lo es. Es un año menor que yo, y sé de buena fuente (porque una vez ella me prestó su computadora y dejó "accidentalmente" un documento de Word abierto en donde escribía sobre lo que sentía por mí) que le gusto. Y típico que en la playa las olas la "revuelcan" y siempre me pide que le agarre de la mano para que no le pase nada. Maldita reprimida.
Pero hoy (o mejor dicho ayer) pasó algo que no esperaba del todo, aunque lo debí de haber previsto: Ángel me llamó. Me comentó que los días anteriores me estuvo marcando (en Montitlán no hay señal de celular) pero que no le contestaba. Me dijo que incluso me había visitado a mi casa y le dijeron que me había ido de viaje. ¡Ja!
Después de toda su narración, me invitó a salir. Dijo que quería ir a cenar y luego chance e íbamos a un antro juntos. Como no tenía nada que hacer y creí que no podría ser peor que Montitlán, acepté. Me hacía falta algo de aventura. Me recogió a las nueve y fuimos a cenar al Faro de Alejandría, un restaurante muy caro y con comida deliciosa. Estuvimos platicando un hasta las once. Él encabezó la discusión comentándome de lo "dolido" que estaba con mi amigo Leo por nunca haberle llamado después de haber hecho, en sus palabras, el amor. Esa es la razón por la que nos ha estado acosando durante tanto tiempo.
Después de la cena que él pagó, por cierto, fuimos a un bar/lounge y nos encontramos con varios amigos tanto míos como de suyos. Estuvimos conviviendo otro rato hasta que lo invitaron a la fiesta en la casa de un amigo suyo. Él le preguntó al güey que lo estaba invitando si podía llevarme, y accedió. Fuimos a la fiesta ya cerca de las dos. Tuve que marcarle a mi papá para decirle que iba a llegar tarde a la casa, si es que llegaba (cosa a la que él ya está acostumbrado). La fiesta en sí no fue tan divertida, pues solo conocía a Ángel, pero él estuvo al pendiente de mí a cada rato. Ya a las cuatro nos fuimos a dormir a uno de los cuartos de la casa porque él no estaba en condición de manejar. Estuvo platicándome más cosas durante unos minutos y luego se durmió. Como es la única cama en el cuarto y me rehuso a dormir en el suelo, voy a dormir con él esta noche. Y ahora creo que ya lo desperté. Mejor me hago el dormido, porque va a querer platicar.

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